Devocional Familiar:
Leer Rut 3, orar y cantar juntos
Devocional Personal: Lucas 6:46
46 ¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?
¿Que abunda en nuestro corazón?
Luego de Jesús pasar la noche orando al Padre celestial en un cerro, escogió a los doce apóstoles entre todos sus discípulos. Luego se detuvo en un llano donde se habían agrupado muchos de sus seguidores esperando escuchar lo que Jesús tenía que decir y ver como sanaba a los enfermos. Jesús les explicaba a sus discípulos lo benditos que eran por seguir sus pasos y el camino que le estaba trazado. Pero, pobre de los que dependían de las riquezas que ofrecía el mundo y no del tesoro que provenía de las palabras que salían de su boca. Les exhortaba que amaran sus enemigos e hicieran bien por mal. Que fueran humildes, amorosos y bondadosos con todos, de la misma forma que Dios había sido con ellos y les exhortaba que fueran imitadores de Dios en este mundo. Les ilustraba que no había árbol bueno que pudiera dar fruto malo y que cada árbol se conocía por su fruto.
El que está en Cristo, va a hablar y vivir como Dios espera de nosotros, porque nuestro corazón ha nacido nuevo. Pero el que hace el mal y habla lo incorrecto, es porque no ha nacido de nuevo. Creyendo estar vivo, realmente está muerto y su malo corazón lo afirma. Jesus mismo dijo, de lo que abunda en nuestro corazón, así hablara nuestra boca. También nuestra maldad en el corazón se expresará en nuestras actitudes. En (Lucas 6:46) Jesús nos pregunta, ¿Por qué me llaman ustedes, “Señor, Señor”, y no hacen lo que les digo? En otras palabras, es como si el Creador de esta tierra nos estuviese preguntando, “¿Porque ustedes me buscan? ¿Por qué ustedes piden mi ayuda? Si en realidad no hacen caso a mis enseñanzas y viven como les place.” Debemos detenernos aquí y pensar en esto profundamente, necesitamos explorar nuestro interior, pidiendo que Dios nos revele nuestra condición. Preguntándonos sinceramente, que es lo que abunda en nuestro corazón en este mismo momento. ¿Como nos comportamos en nuestro matrimonio, con nuestros hijos, con nuestros vecinos y en el trabajo? ¿Damos frutos de amor siempre o tendemos a caer en groserías y malas actitudes?
Desafio y Aplicación
Si este es el caso de nosotros, que tengamos claro que esos frutos de discordia están saliendo de nuestro corazón. Reconozcamos que necesitamos más de Dios y menos de este mundo que solo ofrece placeres vanos y pasajeros. Cuando nos enfocamos más en el mundo y menos en Dios, nuestro corazón no va a producir frutos amorosos, ya que el amor proviene de Dios y la discordia proviene del mundo caído. Que nuestro corazón y frutos sean nuestro indicador de cómo estamos con Dios. Vivamos una vida enfocada en la Palabra que proviene del Señor y en oración como muestra de nuestra dependencia de Él. Si vivimos esta vida por nuestras propias fuerzas, no solo estaremos agotados y abrumados todo el tiempo, sino que viviremos una vida vana y vacía. Ya que este espacio está reservado para que Cristo viva en nosotros y no hay nada en este mundo que puede reemplazar ese lugar reservado para nuestro Dios. Solo con el Espíritu en nuestros corazones, nuestros frutos buenos serán abundantes y de bendición para muchos y para la Gloria de Dios.