Devocional Familiar:
Leer 2 Samuel 16, orar y cantar juntos
Devocional Personal: Lucas 18:9-14
“A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.”
La paradoja del Reino
Esta semana vamos a hablar de la parábola del fariseo y publicano. Esta parábola explora la diferencia entre alguien que trata de auto-justificarse delante de Dios en vez de buscarlo para el perdón de sus pecados. Esta parábola tiene dos personajes: el fariseo y el publicano. En la oración del fariseo, vemos como él le dice a Dios todas las cosas que él ha hecho bien. Y para justificarse aun más, él se compara con el publicano, explicando a Dios que es una persona mucho mejor que ese publicano pecador. En cambio, el publicano viene delante de Dios y reconoce su pecado, y solo pide misericordia de Dios por su rebelión. La parábola termina con unas palabras interesantes: “Les digo que este descendió a su casa justificado, pero aquel no.” El publicano, que parecía ser una persona “peor”, llego a ser justificado por Dios.
Esta parábola explica una de las paradojas del Reino de Dios. Dios no acepta a personas basadas en su comportamiento, en cambio los acepta basado en si están listos para humillarse delante de Él. Esta realidad se realiza en el fin de la parábola donde dice, “porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido”. El mundo muchas veces ve las carreras, logros, y títulos para evaluar a las personas. Muchas veces cuando venimos a Dios tratamos de justificarnos basado en este mismo estándar de valores. Pensamos que somos más o menos una buena persona o que por lo menos somos mejores que “otra” persona. Esta parábola nos enseña que tenemos que pensar de una manera completamente distinta. La Biblia lo dice claramente, hay una la sola manera de ser aceptados por Dios y es si reconocemos nuestro pecado. pidiendo por el perdón de Dios y la limpieza de nuestro corazón.
Desafio y Aplicación
Esta semana vamos a seguir viendo algunos de los resultados de auto-justificarse. Pero recordemos que, aunque puede manifestarse en muchas áreas de nuestras vidas, la solución es muy sencilla: descansar en el sacrificio de Cristo para nuestro perdón de pecados y nuestra justificación. Entonces, querido hermano(a), ¿En qué confías? ¿Confías en tus propias obras para tu justificación o en la obra de Cristo en la cruz por ti? ¿Te encuentras jactándote de que eres una buena persona y mejor que los demás o pides a Dios que te perdone y transforme? ¿Te evalúas por los valores de este mundo o lo valores de Reino de Dios? Ora que Dios te revele lo que hay en tu corazón y te ayude a vivir más y más conforme al Reino de Dios.